Desde el principio de todo, podemos observar que Dios nos creó con un diseño específico para funcionar y para existir; nada sale de un orden que, aunque parece azar no tiene nada que ver con ello.
Génesis 1 y 2 nos relata como Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y a semejanza; también como estableció el firmamento, las aguas, la tierra y los límites de cada uno, animal por animal y planta por planta, todo tiene el sello del creador de todas las cosas. Eso no es todo, porque también establece el propósito, en Colosenses 1:16-17 nos dice, que todo fue creado por Él, por medio de Él y para Él, haciendo referencia a Jesucristo.
Así que, tenemos al Dios que es el Alfa y el Omega, al Hijo por quien todas las cosas fueron creadas, al Espíritu Santo quien da la sabiduría y se mueve a través de todo lo que creó (Génesis 1:2) y todo comienza a funcionar de acuerdo a su plan; pero resulta, que conforme el tiempo transcurre, el humano comienza a perder esa visión clara de dos cosas: de donde emana todo y que todo funciona de acuerdo a un diseño, específicamente desde que entró el pecado es que comienza la confusión. Pensemos en un reloj, tiene engranes, manecillas, corona, caja, brazalete, todo tipo de piezas pequeñas que hacen en conjunto un reloj, cada parte tiene su función y su nombre, y cada pieza tiene su forma para poder embonar con el resto de piezas. Lo mismo pasa con todos nosotros, tenemos dentro el sello del creador, nos movemos y existimos de acuerdo a ese ligero equilibrio que parece una locura, un ADN tan exacto, células tan pequeñas concertadas como engranes de una gran obra maestra que es el cuerpo humano. Dios crea la vida y todo lo que la rodea, para que funciones como un reloj en buen funcionamiento.
Ahora, todo en esta vida cumple con un diseño: la naturaleza, las naciones, las congregaciones de su iglesia, las familias y cada individuo, y si cada uno comprendiéramos a tiempo que esa creación tiene un diseño divino, caminaríamos con enfoque, con propósito. Hay hijos de Dios que justo en estos tiempos están despertando y están comprendiendo que cada hijo es especial y están siendo de gran impacto allá afuera porque entienden su lugar, así como nuestra formación en el vientre de nuestra madre (Salmos 139:13-16), y que incluso Él lleva registro de toda nuestra vida, nosotros llevamos encarrilado un destino profético (Salmos 139:16) que haríamos bien en entender y disponernos a que se cumpla.
Para que nosotros podamos vivir acertadamente, necesitamos entender que Dios creó todo con un diseño y que conocerlo y respetarlo, trae a nuestra vida la bendición, no la que da el mundo, pero si la que da Dios; creemos que nos hemos hecho expertos en comprenderlo a nivel naturaleza, de poder saber cómo funcionan los planetas, los elementos químicos, pero poco entendemos de todo esto y menos de cómo funciona el humano y su propósito.
El humano tiene diseño específico, mientras Moisés intercedía de forma inmediata por su pueblo, David era un adorador que podía equivocarse, pero no dejaba de humillarse ante Dios: carácter, temperamento, personalidad, dones, talentos, nuestro tipo de rostro o la forma de nuestros pies, forman parte de todo ese diseño, y lo creó para un propósito. El punto a entender es este: ¿Qué diseño tienes tú? Porque muchas veces el no conocerlo repercute en que nuestra identidad es tocada y caminamos buscando tener un diseño que no nos corresponde, es nuestra responsabilidad conocerlo para poder conducirnos de acuerdo a lo que Dios quiere de nosotros.
Diseño y propósito van de la mano, porque en Él existe diversidad de dones, operaciones y servicios (1 Corintios 12:4-10) las tareas son diversas y el cuerpo en Cristo requiere de miembros bien seguros de donde pararse (Efesios 4:16) con un mismo propósito que es la edificación en amor, porque hasta para servir necesitamos entender nuestro lugar, y un corazón dispuesto, primero como hijos de Dios al haber recibido a Jesucristo como nuestro salvador (Efesios 1:5-6), luego como hombres, mujeres, niños, naciones o iglesia que tienen un propósito y un paquete de dones dados al servicio de Dios (Romanos 12:6-14) conozcámoslo y pongámonos a trabajar dentro del diseño que Dios nos dio, lo único que necesitamos es buscar al Señor en oración para entender cosas que van más allá de nuestro entendimiento (Jeremías 33:3).
Pensemos en esto, si en el cielo hay morada para cada uno (Juan 14:2), si en el Reino de los Cielos hay un lugar para ti, si el Señor conoce tus anhelos y tu vida (Salmos 38:9-22), busquemos al Señor en la intimidad y preguntemos al creador de los relojes, que tipo de reloj somos y de paso entender donde se está fallando, con el anhelo de agradarse a Él y cumplir su propósito en nuestras vidas.
Servidora de Dios.